1164744306_a1e52146a1.jpgPor lo general, el término “retraso mental” no se comprende bien y se ve de manera despectiva. Algunos piensan que la retardación mental se diagnostica sólo a base de un cociente de inteligencia (I.Q.) mucho más bajo de lo normal y que las personas retrasadas no pueden aprender a ocuparse de sí mismos. En realidad, para ser diagnosticado como retrasado mental, la persona tiene que tener ambos, un I.Q. muy bajo y problemas considerables en su adaptación a la vida diaria. Sin embargo, la mayoría de los niños que son retrasados pueden aprender muchas cosas y, al llegar a adultos, pueden vivir de una manera casi independiente. Lo que es más importante, pueden disfrutar de la vida al igual que todo el mundo. En el pasado, se les aconsejaba a los padres que pusieran a los niños retrasados en una institución. Esto no se recomienda hoy en día. Se espera que estos niños se queden junto a la familia y tomen parte en las actividades de la comunidad. La ley les garantiza servicios educativos y de apoyo pagados por el gobierno. El retraso puede estar complicado por otros problemas físicos y emocionales. Puede ser que el niño no pueda ver, oir o hablar bien. Todos estos problemas pueden reducir el potencial del niño.


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Es muy importante que se someta al niño a una evaluación minuciosa para determinar cuáles son sus dificultades así como sus puntos fuertes. Ya que no hay un solo profesional que posea todas las destrezas necesarias, deben hacerse varias pruebas especializadas de neurología (del sistema nervioso), de psicología, de psiquiatría, de educación especial, del oído, del habla, de la vista, y de terapia física. El pediatra o el psiquiatra de niños y adolescentes puede coordinar todas estas pruebas. Estos médicos refieren al niño a los especialistas para las pruebas necesarias y las consultas, agrupan los resultados y, junto a la familia y la escuela, desarrollan un plan integral de tratamiento y educación. Los desórdenes emocionales y del comportamiento son complicaciones frecuentes de la retardación mental y pueden interferir con el progreso del niño. La mayor parte de los niños retrasados se dan cuenta de que no están al mismo nivel que otros niños de su misma edad. Algunos se sienten frustrados o ansiosos, se vuelven retraídos o se portan “mal” para atraer la atención de otros niños y de los adultos. Los adolescentes y jóvenes con retardación pueden deprimirse. Estas personas probablemente no tienen las destrezas lingüísticas para expresar lo que sienten, y su depresión se manifiesta a través de nuevos problemas, sea en su comportamiento o en sus hábitos de comer o de dormir. Un diagnóstico a tiempo de la presencia de desórdenes psiquiátricos en los jóvenes con retardación mental puede resultar en un tratamiento oportuno. Contrario a lo que se piensa comunmente, los medicamentos no son la única manera de tratar a estos jóvenes. La mayor parte de ellos pueden beneficiarse de otros tratamientos psiquiátricos.Las consultas períodicas con un psiquiatra pueden ayudar a la familia a establecer las expectativas apropiadas, los límites, las oportunidades para triunfar y otras medidas que ayudarán al niño retardado a manejar el estrés relacionado con el crecimiento, de manera que se pueda sentir una persona satisfecha.